Un día espléndido nos hizo disfrutar de uno de los mejores paisajes de Tenerife combinado con mi tarea de orientación
La marca Teno podría extrapolarse perfectamente a un aroma. Sería embriagador, sería único y sobre todo sería una acción de marketing potente, como todo lo que rodea a ese enclave.
La Punta de Teno fue el inicio de Latitud Tenerife. En torno a las 9 de la mañana nos dispusimos a subir por el sendero que nos llevaría hasta la parte alta del caserío y por la que, en el mes de septiembre, comenzaba la Faro a Faro. No dejaba de pensar en cómo aquellos valientes, de noche, subieron por ahí.
En general, la primera etapa enamora. No podría enumerar todos los rincones que nos hicieron decir: “yo me quedaría aquí todo el día”. Es embriagador aunque tu olfato no sienta un atisbo de aroma.
Una vez superada la pendiente más acusada de la etapa, nos encontramos con algunas y algunos de los protagonistas del día: las cabras y cabrones. A nuestro paso por Las Cuevas fue la tónica dominante del paisaje. He de decir que tuve el placer de conocer a Donald Trump. Así como lo leen. Pueden verlo a continuación.
Mi compañera de ruta, Vanesa Díaz, me sorprendió con este macho cabrío que por su fleco rubio han apodado de esta manera cariñosa. Además de su símil físico, no sé si al presidente de Estados Unidos se le podrá comparar con un cabrón como este. Creo que saldría perdiendo el animal.
Pudimos ver también cernícalos y aguilillas. En particular, vimos cómo un cernícalo, de menor tamaño, trataba de atacar al último. Vane me explicó que normalmente los cernícalos atacan a las aguilillas por parejas debido a que son más pequeñas. Sabia naturaleza. Y sabia Vane. No dejó de demostrarme su sapiencia acerca del lugar y vuelvo a pensar que todo es mucho mejor con una guía que lo sepa casi todo del lugar.
Nuestra llegada a Teno Alto se caracterizó por el mayor manjar del caserío: el queso de cabra. Un bocadillo de la venta de Cipriana nos hizo el bien necesario para continuar. Queso con dulce de guayabo: volé hasta mi infancia cuando mi abuela me daba las galletas combinadas con este dulce fruto. Fue espectacular.
Este último adjetivo fue el más repetido durante toda la etapa. No paré de decirlo. Seguramente, Cipriana podría decirlo al ver cómo acaban y rematan las obras de la carretera de acceso a Teno Alto. Nos encontramos con numerosos trabajadores que adecentan el último tramo. “Llevamos más de 20 años reivindicando esto. Ya que más da si se acercan las elecciones. Que lo hagan sea quien sea”, nos dijo.
Han tardado unos cuatro años en esta obra que más que espectacular, su sustantivo reconvertido en adjetivo debería ser necesaria. No existe desde varios años servicio de transporte público y parece que ahora, tras el cierre del barranco de Masca, Teno Alto se está convirtiendo en uno de los lugares más visitados. Ojo con esto y con su masificación. Y me permito la rima con la última palabra de la anterior frase: regulación.
Dejamos atrás este entrañable enclave y nos dirigimos hacia Baracán. Sin duda, uno de los parajes más singulares. Soplaba viento sur y durante toda la jornada no dejaba de sorprendernos la temperatura que nos acompañó para ser diciembre.
Justo antes de estar en medio de la dorsal, noté cómo mi pie derecho se resentía un poco. Efectivamente tenía ya una llaga en la parte trasera de mi pie derecho. Pero nada que pudiera pararnos. Continuamos el camino y nos sorprendió La Gomera de una manera impresionante. Como nunca antes la había visto.
He recorrido en diversas ocasiones la dorsal del Baracán. Una de ellas en la carrera Teno Trail pero ahí poco tiempo tienes para observar el paisaje. Así que hoy la disfrutamos como nunca y me deleité con gusto. Desde ahí no perdimos de vista nunca El Teide. “Nos vamos a cansar de verlo”, dijimos, ya que desde que llegáramos a Teno Alto era un punto cotidiano del paraje.
Los Carrizales, algo de Masca, Las Portelas e incluso se divisaba el municipio de Buenavista. Lo mires por donde lo mires todo es hermoso. Brillaba. Pero tampoco podíamos quedarnos eternamente. Lástima.
Hubo momentos de duda por mi parte en cuanto a la dirección a tomar. Vane siempre me dio la libertad de decidir y lo cierto es que me hizo dudar un poquito más pero el GPS, que tiene trazado al milímetro la ruta, me dio confianza. Consulté en una ocasión el libro de ruta y ya la duda desapareció.
De lo que no dudé ni un segundo es de que el patrimonio natural de Buenavista no es tema baladí. Si está bien o no aprovechado, si tiene o no los recursos adecuados o si es bien o mal tratado por las administraciones públicas, no lo sé. Solo sé que me quedaría en cualquier lugar de los que pude ver hoy eternamente.