La segunda etapa de Latitud Tenerife estuvo marcada por la biodiversidad del trayecto: desde Bolico hasta Chío
Cualquier persona que tenga el mínimo conocimiento de la naturaleza canaria o de etimología general sabrá de qué le hablo si digo biodiversidad. Canarias es un territorio rico y lleno de contrastes. Tenerife es un claro ejemplo de ello y la segunda etapa de Latitud Tenerife más aún.
La salida del albergue de Bolico nos llevó por un bosque de laurisilva precioso. Brezos, madroños, fayas, acebiños… y más ejemplares que no dejaban de asombrarme por las explicaciones que Vane me daba. Hasta el mitológico Hércules tiene algo que ver con este preciado reducto.
Las vistas del impresionante valle buenavistero se quedaron atrás pero hubo alguien que no dejó de seguirnos y de ser “nuestro amuleto”, como bien dijo Vane: La Gomera. Nos persiguió por el 80% del trayecto casi obligándonos a caminar en lateral por unos diques con más de 7 millones de años.
De nuevo el día nos acompañó en cuanto a la climatología. Había un día precioso, mirábamos atónitas a la isla colombina y cuando pensábamos que ya no podía ser mejor… una pareja de cuervos. Fue el animal de la jornada ya que los vimos también por la zona del volcán Chinyero. Buscaban carroña pero nosotras estábamos muy vivas. Tanto como que otra llaga hizo aparición en mis pies. En este caso en el izquierdo.
Una vez arriba, encontramos la vertiente sur y el viento soplaba con algo más de fuerza. Y de nuevo allí estaba él, el referente de Tenerife: Padre Teide. Acompañado por una buena masa de pinar y precedido por otras montañas que no le hacen sombra, ni silueta aunque estén en Gáldar.
Cambiamos de paisaje: pinar. Agradable aroma y color. Casi un verde fluorescente que volvió a repetirse a nuestra llegada al Chinyero. Nos encontramos con mucha gente a lo largo del día. Algunos muy preparados, guiados por otras empresas del sector. Pero otros no.
¿Homodiversidad?
De ahí también nuestra diversidad como personas. ¿Podríamos llamarlo homodiversidad? Quizás. Aunque deberíamos dividir por especies: están los irresponsables que tiran basura -hoy encontramos más que ayer- que se llamarían ‘homosucios’, están los ignorantes que no tienen ni idea a dónde van y su equipación y preparación no es la suficiente (‘homoignorantis’), están los ‘homorresponsabilis’ que saben lo que hacen y lo que tienen bajo sus pies, están los ‘homoaprovechadis’ (esos que se valen del interés de los turistas y no son capaces de advertirles de lo que van a ‘sufrir’) o los homoautosufiencientis, que son capaces hasta de dormir a la intemperie.
Nosotras seguimos a lo nuestro. Santiago del Teide nos recibió con almendros, aunque no en flor. Pero sí con unas truchas de almendras. Riquísimas. También con calor y sin sombra. Algo destacable de la etapa de hoy. Conocí Los Arrastraderos que fue duro pero con un último sabor de boca muy dulce: El Teide.
Y llegando al Chinyero, de nuevo la biodiversidad quiso sorprenderme. Lava, pura lava solidificada, bombas, color negro contrastado con el verde fluorescente del pinar más cercano. Espectacular de nuevo.
Puntos de vista: ciencia o religión
Vane me explicó a la perfección la erupción de 1909 del Chinyero, la última en Tenerife. Tenemos 321 volcanes en la isla y cada 100 años suele haber una erupción, “así que toca”, dijo. La erupción del Chinyero tiene varias anécdotas, me contó varias. Entre ellas, las de los testimonios de la gente que vivieron in situ este acontecimiento natural o la de la montaña Bilma, digna de mayor explicación.
Bilma es la montaña que aparece en la foto principal de esta crónica. Cuando Chinyero entró en erupción dicen que los habitantes de Santiago del Teide subieron hasta arriba con El Cristo para evitar la continuación de la lava. Dicen que justo al hacer tres venias, la lava paró. Por eso, todos los noviembres se celebra una romería en honor a este santo pero se trasladó a mayo por el mal tiempo del mes otoñal.
La versión científica del acontecimiento -la que me creo yo- es que la lava se bifurcó gracias a la montaña Bilma. Se situó a su alrededor, posándose y evitando su continuación. Al pasar por su izquierda se puede comprobar, una vez más, el efecto de la biodiversidad en pocos metros y como Bilma evitó que Santiago del Teide sufriera una adversidad parecida a la de Garachico en mayo de 1706.
Buscábamos el pinar como las plantas al sol, pero al revés. Deseábamos llegar a un sitio con sombra. El canal de Vergara, el más largo de la isla, nos dio aliento y frescura con su gélida y correntosa agua. Pero ya llegamos al pinar. Y de nuevo cambio de registro natural: gran aroma, gran color y grandísima sombra.
Además la llanura se instaló casi para siempre en lo poco que nos quedaba para llegar a Chío. No daba avío a mirar todos esos pinos, árbol con una gran capacidad de regeneración que comentamos bajando hacia el valle. El sol se colaba tímido por sus troncos e igual de tímidos crecían las nuevas generaciones de pinos que darán sombra a los que presuman algún día y digan “yo he pasado por aquí”.
Nuestro punto y seguido se cerró con un gran pino. Como nunca antes había visto. Valerio del Rosario y Vero Ramírez, de El Cardón NaturExperience, ya nos esperaban para traernos hasta Vilaflor donde hacemos dos noches. El miércoles 5 de diciembre nos espera el Parque Nacional del Teide, concretamente nuestro destino es Roques de García. Son 22 kilómetros de distancia aunque pueden hacerse más largos por el cansancio acumulado. Esperamos hacer uso de la biodiversidad e ir cambiando según lo hace el paisaje.